martes, 19 de abril de 2016

Capitulo del libro La Linea que Divide ( Milagros Sefair) sobre éxtasis


DANCING, MALENA

 

¿Hola, cómo estás Juana?le dijo Marchol al pasar mientras apuntaba los ojos directo a sus piernas.

Su aspecto de anciano linyera acentuándose cada año. Atrás han quedado las épocas de fiesta en las cuales siempre se autonombraba el Number ONE, por ser  portador de diversión mientras que ahora solo es portador de hepatitis B. Qué coincidencia que fuera amigo de Gabriel que a la vez es amigo de Juan. Verdad, el pañuelo del mundo se dobla y unifica. Verdad que Buenos Aires se ve tan cosmopolita.

Yo bien, ¿vos?

Muero por fumar un churro… estoy bien, no tomo más alcohol ni nada pero estoy aburrido. Estoy aburrido. Aburrido.

El éxtasis apareció en los 90´ como droga recreativa, sus usuarios en nada se asocian al contexto místico que envuelve el uso de sustancias psicodélicas en los 70´. Se la consume para aumentar la euforia y energía. El punto de inflexión para el debut, está relacionado directamente con el deseo de placer. Por tal motivo su consumo se adapta perfectamente a personas con aspiraciones elevadas. Es interesante comparar el caso ficcionado de la  Obra de Robert Louis Stevenson del Dr. Jakyll convertido en el Dr. Hyde. En un pasaje el reconocido médico justifica su comportamiento explicando las razones que lo llevaron a experimentar con la poción transformadora. El caso se ubica a finales del siglo XIX  remontando hacia lejanos tiempos la búsqueda de placer a través  del consumo de sustancias.

[…]Nací heredero de una gran fortuna, dotado de excelentes disposiciones, inclinado por naturaleza al trabajo, respetuoso de la virtud entre mis semejantes y por ello, como podría suponerse, con todas las garantías de gozar un futuro honorable y distinguido[…] la peor de mis faltas era una cierta impaciente inclinación al placer[…]

Marchol siguió su camino de cara al sol, con su tiempo de ocio suficiente para el aburrimiento mientras que Juana tomaba conciencia de su retraso para encontrarse con la madre de la chica desaparecida. Mira el reloj y acelera el paso. Trata de acomodar los hechos que anteceden a la desaparición  de Malena.

Ensordecedor ruido camufla el grito histérico, la adolescente cuando ve caer a su amiga cual muñeca de trapo no sabe qué hacer, dubitativamente va en busca de ayuda al tiempo que intenta desesperada arrancarla de su estado inconsciente. Llegaron los hombres de seguridad, a empujones dispersaron a los curiosos, mientras María gritaba sollozando “le dije que no mezcle, le dije que no mezcle, pastillas con alcohol…”. Se la llevaban, intentó no abandonarla pero el tumulto la enredaba como en una pesadilla de zombis. Al alcanzar la calle desde la salida de emergencia, ya habían cargado a Malena desvanecida en un auto blanco. Es todo lo que pudo saber, es todo lo que pudo dar parte a la madre, quien la inquirió horas más tarde. Jamás volvió a ver a su amiga, jamás se supo de su paradero.

Los sonidos electrónicos se sucedieron entre humo y figuras chispeantes hasta que el día despunto afuera sin que nadie lo advirtiera. Hasta que la música se apagó y sobrevivió un bullicio de voces y sillas alzándose sobre las mesas. La marcha aún retumbaba en los oídos. Algunos hablaban de desayunos, otros de donde continuar la fiesta. Esparcidas por el piso un mar de botellas de agua mineral vacías. María continuó su estadía nocturna en silencio en un rincón imperceptible mientras el mareo de la culpa y la ausencia le taladraban la sien. Cien veces y una vez más. ¿Dónde se llevaron a Malena? ¿ Dónde?

Malena estaba cursando su tercer año de medicina en la Universidad de Buenos Aires, con excelentes notas. Todo en ella destilaba un futuro de éxitos. Alta y rubia de esplendida figura y modos distinguidos. Hija, nieta, bisnieta y tataranieta de renombrados galenos y catedráticos, nació en el seno de una tradicional familia católica y fue educada en los mejores colegios de su ciudad. La ruptura con su novio de los 15 la arrojó a una carretera cargada de veloces tendencias a huir de ese dolor que la quebrantaba. Él le había dicho “me aburro”, luego de 5 años de noviazgo continuado. Las palabritas mágicas la hicieron cuestionarse si no era ella la aburrida. Demasiado juiciosa y respetuosa de sus deberes de princesa. Así como el amor actuó en su tiempo exaltado lo mejor de sí ahora el odio y el resentimiento la inclinaban a una gran maldad. Destiló océanos de lágrimas por sentirse desechada, luego salió a la calle a vivir una vida nueva. Fue recolectando a las amigas de la infancia y en poco tiempo su mundo se convirtió en una fiesta eterna, apta para la venganza extendida hacia todos los hombres del mundo que osen desearla. Bailaba sobre los parlantes con la sensualidad de una gata en celo y cuando algún hombre se le acercaba, le pateaba la cara. Luego se reía cual bruja recientemente escupida de un aquelarre. Sus nuevas amigas también la acompañaban en esa incesante casería de víctimas. Se nombraban a sí mismas las “vampiresas violetas” y solían vestirse de ese color para identificarse con el grupo. Así fueron conociendo todo tugurio mal habido de su ciudad hasta que llegaron a Pinar de Rocha y lo convirtieron en habitad exquisito para sus morbosas hazañas.

Dejame en paz, estoy de caseríale dijo a María y apuntó con los felinos ojos al alto de cabellos rizados y anteojos Ray Ban quien, subido a la cinta imaginaria que lo llevaba hacia ella atravesó la masa humana hasta acercarse tanto que sentía sus pezones tocándole el pecho.

¿Me invitás algo?

Claro.

Y sacó del bolsillo izquierdo de su jean un tubo con pastillas. Ella moviendo el cuerpo al ritmo tembloroso reinante le arrancó de la mano el vaso de trago largo para consumir voraz éxtasis y gin casi en estado puro, tan puro como la maldad que le afloraba en pie de venganza a todo el género masculino, sin advertir siquiera que el demonio se mostraba en espejo. Que ese hermoso hombre era una combinación de dios y diablo.

La poción bebida despertó sus instintos más carnales, ya su cuerpo fue objeto inmediato de ocho manos recorriéndola, frotándose, la empujan delineando diámetros de un círculo masculino de especies excitadas, lujuriosas. Séquito del dios de rizos y sus amigos. Los movimientos del baile infernal a la cual se sometía llevada por propia voluntad iban corriendo su blusa hasta dejar los pechos al descubierto. La acorralaron en ronda más cerrada y entre trago y risas fue empujada escaleras arriba a un sector íntimo de la discoteca. Reía a carcajadas disfrutando de la frotación constante de esos cuerpos a cuál más bellos, de sexos a cual más erectos. Despojándose de la ropa que la aprisionaba. Posándose cual virgen para el sacrificio sobre una mesa de billar bajo la penumbra de rústicas lámparas. Una botella de ron se vació sobre su cuerpo y otra sobre su boca abierta en flor, luego cuatro lenguas la recorrieron y ocho manos la hacían beber y metían en su hocico más pastillas y trago. Sintió frío, sintió calor, convulsión espasmódica, perdió  el conocimiento.

La voz del  Dr. Jackyll muestra la “Maldad” sentida por Malena mientras María su amiga siente culpa por no haberla podido convencer de cambiar su actitud:

Había algo extraño en mis sensaciones, algo indescriptiblemente nuevo y, por su novedad misma, increíblemente placentero. Me sentía más joven, más liviano, más feliz con mi cuerpo, por dentro sentía una impetuosa temeridad, una corriente de desordenadas imágenes sensuales recorriendo veloces círculos de mi fantasía, una disolución de los lazos de la obligación, una libertad desconocida, pero no inocente del alma. Desde mi primer aliento de esta nueva vida me supe más malo, diez veces más malo, un esclavo vendido a mi demonio original…

Juana se alegra de haber unificado el relato de Malena con la confesión de Dr. Jackyll, gracias a las palabras mágicas que tiró al azar Marchol . Me aburro, me aburro…cuando hace una hora lo cruzó en la calle.

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